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La competencia social de cada usuario es el resultado de la combinación existente entre sus características personales y los componentes situacionales.

En el caso concreto de algunas de las personas residentes, aparecen indicadores como la inhibición, el retraimiento, etc., relacionados con las enfermedades que padecen. Paralelamente, estas patologías complican su capacidad para conseguir la independencia necesaria y el disfrute del beneficio de tener amigos o relaciones íntimas; también, pueden limitar su capacidad para poder mostrar y recibir afecto, usar libremente determinados servicios, etc.

 


Pongamos un ejemplo…

Imaginemos el caso de Juan, participante en un programa de terapia ocupacional para personas con discapacidad gravemente afectadas. Cuando Juan llega al Centro Residencial se le explica en qué consiste el programa para el desarrollo de actividades cotidianas y enseguida expresa abiertamente: “Yo vengo obligado por mi familia; no me interesa en absoluto este lugar”.

Si bien en las áreas ocupacionales de auto-mantenimiento ha conseguido avanzar (en la ducha diaria, el cuidado de su ropa, comer solo, la prevención y control de riesgos, etc.), en la experiencia relacional continúa sin manifestar habilidades sociales: se muestra dominante, interrumpe casi continuamente la dinámica de las sesiones, realiza críticas a la terapeuta y la acusa de tener favoritismos en el taller. Respecto a sus compañeros, o bien se muestra indiferente o se comunica de forma agresiva; su dinámica social está basada en establecer luchas de posición contra la terapeuta y rivalizar respecto a sus iguales.


 

Como consecuencia de una pérdida física, psíquica o sensorial, las personas en situación de dependencia pueden encontrase limitadas a la hora de comunicar con claridad sus opiniones, sentimientos y deseos, hasta el punto de manifestarse más vulnerables al sufrimiento físico y emocional. Algunas de las características específicas que presentan -como la inestabilidad y las frecuentes caídas, los efectos secundarios de la medicación, los estados de confusión mental e incluso el posible deterioro en el aspecto externo- pueden provocar una falta de motivación hacia las relaciones sociales.

Asimismo, haber tenido experiencias previas de fracaso social genera expectativas desajustadas acerca de lo que ocurrirá en el contacto con otras personas, apareciendo pensamientos de que serán rechazados o no aceptados por el grupo.

Mientras que escasos usuarios mantienen roles sociales y participan de las actividades socioculturales durante su internamiento, otros muchos perciben que al único grupo de referencia al que pertenecen es al de “dependientes” o “discapacitados”, por lo que la imagen de sí mismos puede encontrarse empobrecida. La auto-percepción de fragilidad y el sentimiento de inseguridad personal pueden influir negativamente en el paciente dependiente; esto les produce cierta tendencia a evadirse a través de los recuerdos o la fantasía y, como consecuencia, se incrementa el aislamiento social y la soledad.

DIFICULTADES RELACIONALES

  • Insuficiente autocontrol.
  • Bloqueos internos.
  • Actitudes negativas o no productivas.
  • Conformismo y pasividad

Por otro lado, algunas de las personas institucionalizadas pueden presentar dificultades en la interacción social y manifiestan insuficiente autocontrol, bloqueos internos, actitudes negativas o no productivas y conformismo y pasividad.

 

¿Cómo actuamos?

Es fundamental el trabajo para el desarrollo de habilidades sociales, especialmente en aquellos pacientes que han sufrido una ruptura importante en su trayectoria vital a causa de su enfermedad mental.

En la relación usuario – profesional tenemos en cuenta:

  • En el caso de pacientes esquizofrénicos es importante que éstos se mantengan integrados en el grupo, pues tienden al aislamiento y a la incomunicación social.
  • Con los pacientes deprimidos será imprescindible mantener la calma y tener mucha paciencia. En su situación, no colaboran, no participan y nada les motiva ni les interesa, por lo que podemos correr el riesgo de sentirnos frustrados y desesperar.
  • Los pacientes en estado maníaco resultarán muy difíciles de tratar; se encontrarán en continua actividad, sin parar de hablar, tan agitados que deberemos cuidarnos de no acabar contagiados de su desasosiego interior.